
Georges Bataille: Lascaux o el nacimiento del arte
Qué nos dice el arte prehistórico sobre nuestro origen como humanos.
Ariadna Lanckmans
George Bataille escribe su ensayo “Lascaux o el nacimiento del arte”, en el año 1955, donde detalla de manera exhausta la significación estética de las pinturas rupestres que fueron encontradas por casualidad por unos niños hace más de ochenta años. La cueva, situada en el sudoeste de Francia, concretamente en el valle de Vézère, en el departamento de Dordogne, fue testigo de la primera expresión artística del ser humano prehistórico. Bataille realiza un análisis filosófico sobre cómo el nacimiento del arte marca una diferenciación flagrante con el resto de las especies y cómo el ser humano llega a ser consciente de lo transcendente.
Aquel primer ser humano, al que el autor denomina “hombre de Lascaux” , materializó por primera vez la conciencia humana de su permanencia en el universo. Hay constancia, por consiguiente, de una voluntad creadora que transgrede más allá de una función utilitaria. La sensación que se percibe a través de la descripción del autor se relaciona con el aura mágica que desprende la cueva. Dicho hecho sería provocado por su repentino y milagroso descubrimiento, además de ser el primer rastro tangible de la humanidad expresada a través de una obra de arte. De una época de la especie humana de la que no sabemos con certeza casi nada, las pinturas rupestres de Lascaux arrojan una fuente de luz, y a su vez, de respuestas a numerosas preguntas. No obstante, este valioso descubrimiento fue un arma de doble filo, que dio respuestas, pero generó un número interminable de preguntas que no se han llegado a contestar con precisión, al no tener más testimonio que el lienzo rocoso sobre el que “el hombre de Lascaux” pintó. Se percibe levemente una cierta intención mágica, dichas primitivas pinturas nos quieren comunicar, como específica Bataille, de manera profunda e íntima unas emociones fuertes, que no somos capaces de entender.
Bataille establece un orden cronológico referente a la evolución del ser humano de la Prehistoria, que ayuda al lector a situar cuando tuvo lugar la creación de las pinturas. El Paleolítico tuvo tres fases determinantes (inferior, media y superior), y entre todas ellas convivieron dos especies diferentes, pero de origen común: el Homo Neanderthalensis y el Homo Sapiens. Se sabe que el primero tenía cierta conciencia de su entorno, de la vida y la muerte, además de caminar erguido y desarrollar un “proto lenguaje”, pero no se han encontrado evidencias de su capacidad de poder crear arte. En cambio, el segundo, el Homo Sapiens, fue el que rompió con la visión más bestial de la especie Homo. Es decir, será con las pinturas de Lascaux creadas por el Homo Sapiens o Hombre de Lascaux, que seremos testigos de la sensibilidad que poseían estas primeras generaciones de seres humanos. Siguiendo con la cronología, el texto sitúa las pinturas de Lascaux entre el período Auriñaciense típico y el Perigordiense evolucionado . Es importante tener constancia de dicha línea temporal, ya que ayuda a tener consciencia de las delimitaciones históricas que tienen una estrecha relación con el nacimiento del arte.
Cabe destacar un hecho clave, que Bataille expresa con gran acierto. Partimos de la visión más cruda de la vida que tenían los seres humanos en estas épocas. Pero el hecho de que la vida prehistórica fuese precaria no implícita precisamente que persistiese una infelicidad generalizada. La supervivencia de la especia corresponde al avance de la civilización, pero no es un factor influyente en este caso. Es decir, el Homo Sapiens convivía con dicha “precariedad” porque formaba parte de su mundo cotidiano, un mundo que le permitió ser feliz. Nuestra visión actual de la realidad atribuye cierto halo de misera a esa existencia, pero cabe reconocer, como bien señala el autor, que la creación de Lascaux no hubiese sido posible sin un gozar expreso como motor inspirador. Por lo tanto, Bataille concluye que la felicidad es una fuente de creación per se, que ese ser remotamente primitivo y lejano, aunque semejante, a nosotros, usó como incentivo ese gozo para crear sobre las paredes rocosas de la cueva.
Encontramos en el ensayo otra hipótesis interesante que plantea el autor. No hay que presuponer que las pinturas son fruto de la acción infantil, como tampoco hay que caer en comparaciones del hombre primitivo actual. El hombre de Lascaux a través de esas líneas que dibujan distintos animales nos quiere transmitir cierta angustia por el porvenir. Es, por consiguiente, un arte complejo y lleno de matices que nos dejaría intuir que esos primeros hombres y mujeres tenían una verdadera consciencia de aquello trascendente que expresaron mediante el arte.
La perspectiva general que nos transmite Bataille para poder entender la evolución y el nacimiento del arte, radica en la diferenciación de la necesidad, que fue cubierta por los utensilios y la parte lúdica de la vida del Homo Sapiens que se generó únicamente en ellos. El orden que nos permite entender cómo se llegó a la etapa más lúdica del ser, coloca en primer lugar la generación de utensilios que ayudaron a optimizar el trabajo. Para los Homos anteriores al sapiens, el trabajo conformaba la esencia principal de la estructura rutinaria de su existencia, es decir, había que cubrir unas necesidades diarias para poder subsistir. El trabajo es el distintivo principal entre el ser humano y el animal. A partir del pensamiento, se crean unos utensilios que harían la vida óptima y empezarán un proceso de evolución utilitaria en ese sentido. Los hombres y las mujeres de la época piensan, por lo tanto, en distintos tipos de objetos, que según Bataille, se diferencian por: los presentes y los por venir . La activación de la vida lúdica del Homo Sapiens marca una separación con la vida de trabajo, caracterizada por unas prohibiciones y tabúes; más adelante seremos testigos de cómo Bataille correlaciona esta vida lúdica con el nacimiento del arte, que deducimos que empieza como un juego para el ser humano de entonces.
Había que mantener un orden que, según las afirmaciones del autor, se regían por unas prohibiciones y tabúes presentes ya en el hombre de neandertal. Estas prohibiciones y tabúes, que giraban en torno a la muerte y a la sexualidad, eran un tema esencial. No se puede determinar con exactitud la aparición de dichos temas existenciales, hay quienes afirman que tendría relación con el establecimiento del trabajo en la vida diaria.
De todas formas, se establecen limitaciones con la muerte; con los cuerpos sin vida y cómo deberían ser tratados. Los cadáveres representaban el destino final, del cual ellos eran bien conscientes, por lo que establecerían una separación física para no recordar ese destino. Había también conexión con aquello sagrado, ya que se hacían rituales en relación con la muerte y sepulturas, ya presentes en el hombre de neandertal. En lo que se refiere a la sexualidad, Bataille hace hincapié en el incesto, el pudor, la segmentación de género que implicaba las reglas femeninas y el embarazo, entre otros temas. Aquí también encontramos relación con lo sagrado, ya que la sexualidad fue usada como una fuente de vitalidad, y no solo de reproducción.
Aparece en este preciso momento, en el texto, un concepto clave para entender la perspectiva del autor: la transgresión. Dentro de estos límites y tabúes que el ser humano había establecido, era necesario poder cruzar los límites impuestos sin abatirlos por completo. En este punto hay una fuerte conexión con lo sagrado y los rituales que el hombre del mundo de Lascaux desempeñaba para poder transgredir las prohibiciones sociales. Durkheim, como Bataille, consideraba que el hecho de transgredir era una acción colectiva, en igual media que lo era lo sagrado. El arte forma parte de esta transgresión de lo rutinario, conectada en cierta forma con una sensibilidad estética que poseían esos seres humanos y que les incitó a crear. Es, por lo tanto, una característica de la condición humana, ya que no está presente en los animales, como tampoco se han encontrado evidencias de este tipo de trasgresiones en el Homo Faber, por ejemplo. Lo sagrado, tiene una importancia significativa en este aspecto. Los frescos de Lascaux nos indican que había una voluntad, ciertamente mágica del ser humano de la época de alterar la realidad en la que vivían. Se transgredían los límites, como se ha especificado en anteriores párrafos, mediante muchas formas, y una de ellas era la expresión artística de lo que seguramente para ellos, era una invocación mágica que tenía unos fines específicos.
Se deduce, por lo tanto, que hay dos factores que impulsaron la aparición del arte: el juego y la magia. El Homo Sapiens, jugando, aportó conocimiento a través del arte que, a su vez, se nutrió del componente mágico para dar lugar a la obra de arte. Bataille cita a Johan Huizinga, que utilizó la expresión Homo Ludens para referirse al ser humano, que jugando se dotó de permanencia.
La conclusión, en este punto, es que el arte nos liberó de la necesidad. Junto a las prohibiciones y tabúes, con sus respectivas transgresiones, se elevaron las obras de arte. La acción artística pasó a ser considerada un trabajo, aunque no tuviese una finalidad “clara” de facto. Deducimos que estas transgresiones afectaron a las limitaciones impuestas, lo que asentó un periodo determinado para cruzar los límites: las festividades. Estas otorgaban una licencia completa de transgresión durante la cotidianidad; era una forma de reafirmación de esas leyes sociales que limitaban la acción humana en pro de la convivencia. El objetivo principal era romper con la finalidad útil y conectar con el aspecto más trascendental del ser. Por lo tanto, dichas fechas festivas, alimentaban el arte de esa época y como se puede comprobar en Lascaux, el arte permitió dejar constancia eternamente de los ritos sagrados de esas comunidades. Sin festividades no hubiese habido un hecho que pintar; se puede pensar que hubo una voluntad de dejar permanencia de la transgresión que hacían, como un factor valioso y humano que les caracterizaba y diferenciaba del resto.
En los capítulos finales del ensayo, Bataille describe de manera exhausta la composición de la cueva. Se ha considerado imperativo seguir el esquema de redacción del autor, para poder entender el último apartado de esta reseña.
La descripción de la gruta escrita por el autor nos da una idea específica de cuáles son las características de esta. Una vez explicada la filosofía estética de Bataille sobre el arte rupestre de Lascaux, es sencillo entender la descripción que hace, por ejemplo, de la Sala de los Toros. Se percibe que la cueva fue mucho más que un simple refugio, para el hombre y la mujer de Lascaux fue un lugar donde se podían conectar con lo sagrado. Las características propias de la gruta dotaban de misterio, provocando un ambiente íntimo y sacral. Entre las líneas de Bataille, podemos entrever cómo la disposición de los distintos espacios podía conformar una especie de estructura ritual, digna de las catedrales que podemos encontrar en cualquier rincón de Europa. Es decir, el texto nos sugiere pensar que, ya desde tiempos inmemoriales, el ser humano era capaz de modificar la naturaleza para poder establecer un lugar donde convergen lo sagrado con lo humano. Hay una ruptura de la parte más brutal de la existencia del ser humano para dejar paso a la trascendental. Las pinturas representan toda la consciencia que se poseía en aquel entonces, hecho que hace que hoy en día podamos ser testigos de su perspectiva del mundo.
Es extremadamente sugerente la posición del autor en torno a la representación de la figura del hombre en los frescos de la gruta gala. Es evidente que la representación del ser humano es mucho menor en comparación con las figuras extremadamente majestuosas de los animales representados. Bataille reflexiona si esta escasa representación es accidental o, por lo contrario, traza una línea concreta de una visión temporal y frágil del hombre. Como se ha repetido en varias ocasiones, el ser humano de entonces tenía una conciencia clara de su temporalidad frágil en el mundo. Sería lógico pensar que esta débil y corta existencia es representada en el arte rupestre, como por ejemplo vemos en la “Escena del Pozo”, donde se pintó un hombre estirado con la cabeza de un pájaro, que transmite una sensación de vulnerabilidad y podría representar perfectamente una escena de un sacrificio. Encontramos en la gruta, por consiguiente, la confrontación del ser humano con su propia fragilidad humana, a la que le rodea el misterio de la muerte.
Por último, hay que resaltar la representación de los animales presentes en los frescos. Para Bataille las figuras de las bestias tienen un significado profundo. El primer punto que hay que tener en cuenta es que la representación pictórica rupestre no buscaba ser fiel a la realidad, sino que era un acto relacionado con una perspectiva de dominación de las propias bestias. Los animales escogidos para ser representados tienen cierta aura de grandeza y majestuosidad: los caballos, bisontes, toros… todos ellos forman parte de un criterio de selección enigmático, pero que podíamos atribuir a esta dominación de las especies mediante la sacralización. La fuerza con la que contaban los bisontes o los toros, podría ser un atributo que los humanos buscaban dominar, en cierta forma. El hombre de Lascaux podría haber querido poseer de forma simbólica a ese animal totémico, que iría tomando una significación mística. Esta hipótesis podría coger fuerza si, además, comprobamos que otras especies del entorno natural de ese periodo no son representadas. Los animales no son tan solo un sujeto de caza, sino que representan la profundidad del mundo interior del humano prehistórico. Sus miedos y deseos están plasmados en las piedras mediante portentosas bestias que nos sugieren todo un mundo de interpretaciones.
Este ensayo de Bataille nos expone al origen del arte, que hemos podido comprobar a través de las páginas que está estrechamente ligado a la condición misma de ser humano. El arte es un acto distintivo que nos ayuda a comunicar, en todas sus formas posibles, la interioridad profunda del alma humana. Desde que el hombre es hombre, hemos utilizado todo lo que teníamos a nuestro alcance para dejar constancia de nuestros deseos, temores o la más pura felicidad. El ser humano es capaz de crear y transmitir sensaciones y emociones a través de pinceladas, notas musicales, letras o mármol. Y cabe admitir que, como nos ha demostrado Lascaux, es un hecho único en la naturaleza.

